Como cada año, la Serie Nacional de Béisbol atrae la atención de millones de cubanos. “La pelota”, como le decimos familiarmente, es desde hace muchos años el deporte nacional y no resulta raro que genere acaloradas discusiones en los parques más céntricos de toda la Isla. Para quienes tenemos la ilusión de que la gente se ocupe de cuestiones más candentes, siempre resulta un poco frustrante comprobar que aquel grupo de hombres, que gritaba y manoteaba apasionadamente, no discutía sobre cómo terminar con la dualidad monetaria ni estaba reclamando algún derecho escamoteado, sino sólo dirimía si tal jugada fue correcta o quién es el mejor bateador entre todos los jugadores.
Pero la primera pasión deportiva de los cubanos no está exenta de política, especialmente cuando alguna estrella beisbolera decide no regresar al país luego de un viaje al extranjero, o si un pelotero no integra la selección a un evento internacional porque resulta poco confiable y se teme que “deserte”. En un reciente encuentro entre dos equipos de ardorosa rivalidad, un jugador se sintió ofendido porque creyó que la bola había sido lanzada con la intención de golpearlo y, para sorpresa de los espectadores, salió corriendo en dirección al pitcher blandiendo amenazante su bate. Los jugadores salieron del banco, algunos aficionados se tiraron al terreno, la policía roció gas pimienta y repartió patadas y bastonazos. Las cámaras que transmitían el juego apuntaron hacia otro lado y ningún televidente se enteró de lo ocurrido… en ese momento.
Pero las nuevas tecnologías impidieron que la pacata censura se saliera con la suya y decenas de cámaras digitales y teléfonos celulares filmaron los detalles. La versión de los hechos se distribuyó entre miles de personas, grabada en CD y copiada en memorias USB. ¡Qué buenas discusiones tuvimos entonces en los parques!
(Publicado em “Generación Y”)
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