Noche oscura, apagón en los alrededores del barrio Buena Vista, en Playa. El desvencijado taxi colectivo donde voy se queda parado, echa un resoplido de agotamiento y no quiere arrancar. Un pasajero y el chofer intentan arreglarlo, mientras a ambos lados de la calle se ve a gente sentada fuera de sus casas, resignadas ante el corte eléctrico. Busco el móvil en la cartera, quiero decirle a mi familia que demoro, que no hay por qué preocuparse. El panorama es feo: estamos en medio de la penumbra, en una zona donde la criminalidad no es juego de muchachos y para colmo mi celular no funciona. Cada vez que intento marcar un número aparece el mensaje de “llamada fallida”. Finalmente, el carro vuelve a ronronear y logramos avanzar, pero el servicio telefónico no se restablece en el inútil artilugio que tengo ganas de lanzar por la ventanilla. Cuando llego a casa, descubro que tampoco Reinaldo puede llamar desde el suyo y que mis amigos bloggers ni siquiera consiguen recibir sms.
Nuestra única compañía telefónica móvil nos cortó las líneas durante toda la noche del viernes y parte del sábado; nos canceló por más de 24 horas un servicio por el que pagamos en moneda convertible. Con sus anuncios de “comunicación al instante”, Cubacel se comporta así como cómplice de la censura por motivos ideológicos y ayuda a que la reprimenda de la policía política se materialice en un mensaje de error en nuestras pantallas. Usa su poder de monopolio para castigar a esos clientes que se desvían de la línea de pensamiento oficial. Parte de su capital empresarial y el de sus inversionistas extranjeros se utiliza para implementar una infraestructura del boicot -momentáneo o prolongado- a ciertos números de celulares. Contradictorio papel para una empresa que debería conectarnos al mundo, no dejarnos colgados cuando más la necesitamos.
No es la primera vez que ocurre algo así. De vez en cuando alguien acciona un interruptor y nos deja en el silencio. Curiosamente, ocurre cuando hay noticias importantes que reportar e informaciones urgentes que sacar a la luz. La cancelación forzada del concierto del grupo Porno para Ricardo quizás fue el detonante para que la telefónica rompiera su propia máxima de mantenernos “en línea con el mundo”. La posible cremación del cuerpo de Orlando Zapata Tamayo y todo lo que puede suceder alrededor de ese hecho podría haber sido otro motivo para apagarnos la voz. Lo cierto es que esa noche del viernes -en medio de la oscuridad y la preocupación- Cubacel me volvió a fallar, me mostró ese uniforme militar que esconde debajo de su falsa imagen de entidad corporativa.
Publicado em “Generación Y”
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