Por Gerardo Bongiovanni, Presidente de Fundación Libertad
Es ya conocida la tesis que distingue a los gobiernos de América Latina en tres grandes grupos: los gobiernos de centro derecha (al tipo de Calderón en México, Uribe en Colombia y Martinelli en Panamá); los socialistas moderados o “herbívoros”, en el decir de Alvaro Vargas Llosa, (el Brasil de Lula, el Chile de Bachelet o el Uruguay de Tabaré Vásquez); y finalmente los izquierdistas duros, “carnívoros”, bolivarianos y adherentes a ese engendro que se da en llamar socialismo del siglo XXI. Venezuela, con el colorido Comandante Chávez a la cabeza, Ecuador, Bolivia y Nicaragua conforman este grupo al que tal vez debería agregarse Cuba. Digo tal vez, porque la dictadura cubana (la más antigua del mundo, junto a Corea del Norte), es en rigor un régimen totalitario que ahoga a sus infortunados habitantes en la miseria y la r epresión, y no pretende siquiera remotamente mantener o exteriorizar las fachadas democráticas con las que aún, por ejemplo, se empeña Chávez. Es también conocida la idea de que Argentina es difícil de ubicar en este cuadro de situación. Más allá los notables esfuerzos del matrimonio Kirchner por mostrarnos las “bondades” del nuevo modelo chavista y acercarnos a su esencia, lo cierto es que vastos sectores del país han resistido al mismo. El gobierno fue derrotado por el sector agropecuario en Julio del 2008, en una votación clave en el Congreso en la que se rechazó el intento de aumentar el impuesto a las exportaciones agropecuarias hasta límites confiscatorios. De igual forma, el oficialismo fue derrotado en unas cruciales elecciones legislativas del pasado 28 de Junio y el propio Néstor Kirchner, luego de aplicar todas las triquiñuelas electorales imaginables, fue también derrotado en la poderosa provincia de Buenos Aires. La popularidad del gobierno, y del matrimonio Kirchner, ronda el 20% con pocos indicios de recuperación, y todo indica que, a pesar del poder que da el manejo espurio y corrupto de los fondos públicos, esta etapa tan negativa del kirchnerismo se apagará en el 2011.
Volver al estatismo mientras el mundo se liberaliza? De regreso en América Latina, el Ex presidente del Gobierno español, José María Aznar, decía hace poco en Buenos Aires que el socialismo del siglo XXI, presentado como algo moderno, no tiene sin embargo nada de novedoso. Por el contrario es la repetición de las recetas del viejo socialismo que tuvo su cuarto de hora en la mitad del siglo XX. La diferencias, recordaba Aznar, es que ahora resulta un film aburrido, puesto que ya conocemos el final. En efecto, la propuesta de este socialismo “bolivariano” es la reiteración de fracasos probados en todo el mundo. Y no hablamos de la socialdemocracias, variante un poco intervencionista dentro de las democracias liberales. Nos referimos concretamente a este modelo que pretende que el estado reemplace al sector privado, regule toda la economía, amordace a la prensa opositora y, finalmente, instaure un gobierno autocrático bajo la presunta búsqueda del bienestar de los pobres. Cuesta bastante entender por que algunos países de Latinoamérica optan por este camino, mientras el mundo –todo el mundo- avanza consistentemente en procesos de liberalización de las economías. Basta ver lo que ha ocurrido en las ultimas dos décadas en China, India o el Sudeste asiático. Pero también en Europa del Este, o en la conservadora y “socialista” Unión Europea, en donde los procesos de apertura y liberalización han sido notables. También en nuestro sub-continente muchos países –aún gobernados- por aquellos socialismos “herbívoros” han dado pasos consistentes en la democratización, la apertura y la liberalización de sus economías.Chile, la gran paradoja Quizás el ejemplo más contundente de esta paradoja sea Chile. No hay ninguna dudas de que Chile representa lo más cercano a un milagro latinoamericano, mantuvo durante años tasas de crecimiento muy elevadas (en la década 88-98, cercanos al 8 %; en la siguiente alrededor del 4/5%), redujo la pobreza de manera dramática, mejoró fuertemente la calidad de sus instituciones, abrió su economía al mundo, generó un tramado empresario competitivo y eficiente, y afrontó los problemas sociales con madurez y buenos resultados. Todos los índices (económicos, sociales, institucionales) conocidos y de muy diverso origen, ubican al país trasandino al tope en Latinoamérica, y en algunos casos (como el Doing Business del Banco Mundial ) en los mejores lugares a nivel internacional. Ahora bien, ¿con qué sistema económico y social logró Chile encumbrarse? ¿Fue con algo parecido al Socialismo bolivariano que proponen desde cadenas oficiales el Comandante Chávez y sus acólitos? ¿Fue estatizando empresas, cerrando la economía al comercio exterior, regulando a los privados, amordazando la prensa, el modo en el que Chile logré generar crecimiento sostenido y reducir la pobreza del 45 al 15 %? Nada de eso claro. Por el contrario, si examinamos los dos Indices de Libertad Económica Mundial (el del Heritage Foundation-Wall Street Journal y el de Fraser Institute-Cato) nos enfrentaremos a una verdad contundente y esclarecedora: Chile es el país más liberal en materia económica del continente, el que más abrió su economía al mundo (hoy tiene decenas de acuerdos de libre comercio que la acercan comercialmente a casi todo el orbe), el que menos se metió en la economía privada y el que generó mejores condiciones institucionales para el desarrollo de la empresa privada. Chile es el país económicamente más libre de Latinoamérica, gobernado aún por socialistas que inteligentemente preservaron y en algunos aspectos remarcaron ese sistema capitalista y liberalizador. Es el que ha generado de manera ostensible los mejores resultados económicos y sociales de la región. ¿No debería esto terminar la discusión sobre la conveniencia del socialismo del siglo XXI?
¿Y Argentina ? Los latinoamericanos hemos demostrado una notable capacidad de repetir errores y de buscar las soluciones a nuestros problemas en los lugares equivocados. Militares, populismo, mercantilismo económico y ahora otra vez, el socialismo bolivariano. Película aburrida, porque ya conocemos el final. Mi tierra, Argentina, es experta en eso de repetir errores con insensatez. Tras protagonizar uno de los ascensos más vertiginosos de los registrados en la historia económica –durante el periodo 1880/1930- y alcanzar el séptimo lugar entre las naciones del mundo por su PBI per cápita, el país se enredó en el militarismo, el populismo y la destrucción de los valores republicanos. La recuperación de la democracia, tras sangrienta dictadura y una guerra insensata, trajo vientos de esperanza, pero en los últimos tiempos –en particular durante el “kirchnerismo” – el proceso de deterioro institucional se ha acentuado. Legisladores justicialistas y de otros partidos votando un año las privatización de un empresa estatal y al año siguiente su estatización, manipulación de la justicia, corrupción manifiesta, enriquecimiento escandaloso de los gobernantes, la esposa sucediendo al esposo en la presidencia (¡gran particularidad argentina!), son algunas de las características de este negativo proceso. Y, lamentablemente, hay dos temas fundamentales que podrían acercar aún más a Argentina al modelo bolivariano y chavista:– Por un lado, el ingente crecimiento del gasto público, que según economistas privados se ubica en el nivel más alto de la historia argentina y no deja de crecer. La paradoja de todo esto es que lo que tampoco deja de crecer es la pobreza (se ubica en alrededor del 40 %) y el deterioro de la educación y la seguridad. Algo similar ocurre, ya se sabe, en Venezuela, de modo que, al contrario de lo que pregonan los fogoneros del nuevo socialismo, aquí en nuestros lares más gasto público y más estado parecen sinónimo de mayor pobreza, inseguridad y decadencia educativa. – Por otro lado, al mejor estilo chavista, luego de perder las la batalla con el agro y las elecciones de Junio y contrariando el sentido común -que reclamaría búsqueda de consensos- el gobierno kirchnerista ha decidido redoblar la apuesta: estatizó el sistema jubilatorio privado, la empresa Aerolíneas argentinas (que perderá este año 600 o 700 millones de dólares pagados por contribuyentes que jamás subirán a un avión), renovado facultades especiales para el poder ejecutivo que le permite manejar cuantiosos fondos sin control, y ahora, como frutilla del postre, el gobierno impulsó una ley de medios de comunicación, que bajo pretexto de desmonopolizar el sector podría dar a la administración poder suficiente para amordazar a la prensa independiente.
Sin embargo, optimismo. A pesar de este panorama, miramos el futuro con cierto optimismo. Aunque pasaremos tiempos difíciles, Argentina no caerá en las garras del socialismo chavista porque aún hay reservas institucionales –curiosamente, muchas de ellas dentro del propio movimiento peronista- y en el 2011, Kirchner y su esposa comenzarán a ser un mal recuerdo. También en América Latina soplan vientos de cambio: Chile, Brasil, quizás Uruguay, tendrán probablemente gobiernos más moderados que no harán por omisión, de teloneros del pintoresco Chávez. Las condiciones internacionales seguirán siendo positivas y la globalización seguirá ofreciendo extraordinarios oportunidades para el desarrollo. Algunos, como Chile, ya lo están logrando. Asumiendo cada uno nuestro compromiso, otros comenzaremos a hacerlo muy pronto.
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