La voz al otro extremo de la línea me dicta un texto que saldrá publicado en el blog Voces tras las rejas. Es Pedro Argüelles desde la cárcel de Canaleta e intercambiamos sobre las actuales conversaciones entre la Iglesia y el gobierno cubano. Tema difícil de hablar con un prisionero al que frases demasiado optimistas le alimentarían una expectativa que podría concluir en frustración. Tengo poca información, le confieso, los medios oficiales sólo mostraron breves imágenes de la cita entre el Cardenal Jaime Ortega y el General Raúl Castro, sin develar los puntos de la agenda que discutieron. Pero –me aventuro a anunciarle– en las calles se rumora sobre negociaciones para liberar presos, lo cual ha sido confirmado por las autoridades eclesiales en una rueda de prensa a la que no fueron invitados los periodistas independientes ni los bloggers.
El asunto me ilusiona por un lado y me deja un mal sabor por el otro. Es como estar en presencia de una mesa que intenta levantarse sobre dos patas, mientras a la tercera –excluida o ignorada– le correspondería el mayor peso de las decisiones. Discusión limitada resulta toda aquella a la que no se convoque esa importantísima parte de la nación que son los grupos y asociaciones de la sociedad civil. Sólo entre uniformes o mantos cardenalicios no debería discutirse algo que nos compete a militares y a ciudadanos, a católicos y ateos, a partidarios e inconformes. Brillan por su ausencia en estos encuentros los portavoces de esa porción lesionada de Cuba que tiene hijos, esposos o padres condenados por motivos políticos. Cómo se puede interceder por el lastimado sin darle a éste también el turno para expresarse, sin permitirle estar representado allí donde se habla de su suerte.
Pedro, Pablo y Adolfo me volverán a llamar. No sé qué decirles sobre los encuentros que discurren a puertas cerradas, sobre los tratos que se están cerrando en el enigma. Deseo tanto que sus nombres estén en esa lista de los posibles favorecidos con una “licencia extrapenal” que me dejo llevar por la esperanza. Sin embargo, no hay que engañarse. Mientras la libre opinión y el ejercicio de ella sigan siendo una figura delictiva en nuestro código penal, habrá un listado de reos por sacar de las celdas. Grata gestión la de la Iglesia como mediadora, aunque las autoridades cubanas deberían escuchar también a todos sus ciudadanos, incluso a lo que se les oponen. Ir por la vida descalificando para el diálogo a quienes tienen posiciones críticas ha hecho que hoy la mesa sólo se pueda levantar sobre dos puntos de apoyo. Varias patas podrían darle el equilibrio de la diversidad, sólo falta que las reconozcan y las dejen existir.
(Publicado em “Generacion Y”)
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