“El estancamiento es la dinámica del deterioro” me dijo un amigo, entre filosófico y pesimista, al escuchar el discurso de Raúl Castro ayer en la Asamblea Nacional. La cuerda de nuestros pronósticos no había sido tensada esperando un posible anuncio de cambios, pero alguna expectativa nos quedaba alrededor de ciertas medidas largamente prometidas. Sin embargo, al pronunciar las palabras oficiales para cerrar 2009, el segundo secretario del Partido parecía estar más pendiente del freno que del timón, más cauteloso que emprendedor, mucho más conservador que atrevido.
Nuestros parlamentarios, por su parte, volvieron a perder la oportunidad de hacer preguntas incómodas, oponerse en una votación o tener acaloradas discusiones. Quizás con ésta dejaron ir la última ocasión de impulsar una apertura desde arriba y romper con esa imagen de coro mudo que han mostrado durante más de tres décadas. Los debates ocurridos en el Palacio de las Convenciones y trasmitidos por la tele parecían sucederse en un país lejano que cuenta con tiempo suficiente para aplazar –una y otra vez– las necesarias transformaciones. Ni siquiera el eufemismo de “actualización del sistema económico” incluyó las más importantes demandas de la cargada agenda popular.
De este cuarto periodo ordinario de sesiones, apenas si sacamos en claro el nombre del nuevo año, un menguado crecimiento del PIB que –aún así– nos sigue pareciendo inflado y la amenaza de futuros recortes que nadie sustantiva. A pesar de ciertas frases de tono pragmático dichas en la alocución final, el voluntarismo y las órdenes que llegan desde arriba siguen conformando la estrategia principal para gobernar el país. De manera que la figura del parlamentario pierde cada vez más importancia, pues el plan maestro se cuece en una sola oficina, se refrenda con apenas un par de firmas. No me sorprendería que en febrero o marzo se implemente un paquete de recortes y ajustes que no pasará –ni siquiera– por la complaciente mano alzada de estos diputados.
A mediados del año entrante se reunirá de nuevo la Asamblea Nacional para entregar su aplauso, su consabida dosis de complicidad y su silencio.
(Publicado em Generación Y)
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