Una vieja mercancía y una nueva estrategia
¿En que se diferencia el socialismo del siglo XXI del proyecto soviético sepultado por la perestroika y la glasnost a fines del siglo XX? En esencia, en el modo de tomar el poder. Mientras Marx y Lenin soñaban con vastas revueltas obreras que condujeran a una huelga general definitiva, y mientras Mao, Fidel Castro y Ernesto Guevara confiaron en insurrecciones campesinas que dieran al traste con los Estados burgueses capitalistas, Hugo Chávez ha preferido los métodos nazi-fascistas: alcanzar el poder por medio de los resortes electorales y, desde el gobierno, comenzar a desmontar el andamiaje del Estado de Derecho y de la economía de mercado, hasta lograr, al cabo del tiempo, un modelo de sociedad colectivista y autoritaria cercana al paradigma cubano que tanto dice admirar, y hacia cuyo “mar de la felicidad” desea que Venezuela se desplace.
¿Adónde conduce ese batiburrillo de disparates, sofismas, necedades y afirmaciones contrarias a la experiencia y al sentido común? Sin duda, al fracaso, a mayores índices de pobreza y corrupción, al odio de clases, al autoritarismo, a la ausencia de libertades, al control de la libertad de expresión, a la dictadura y, finalmente, a la desilusión progresiva de una parte sustancial de las personas que originalmente lo apoyaron y se fueron desencantando en el camino. Pero también conduce a la instauración de una perversa dinámica social que hace muy difícil corregir los problemas porque los errores conceptuales y las prácticas disparatadas se enquistan en el comportamiento social y cuesta trabajo erradicarlas. ¿Por qué? Porque no hay diagnóstico más seductor, aunque sea falso, que ése que afirma que los problemas que nos aquejan no son nuestra culpa, ni emanan del modo en que hacemos las cosas, sino que se deben a una conjura externa dedicada a perjudicarnos, y los defensores del socialismo del siglo XXI, como sucedió con los de los siglos XIX y XX, parten de esa premisa tan equivocada como eficaz. Al mismo tiempo, el caudillismo que suele acompañar al socialismo del siglo XXI, como ocurrió con sus antecesores, no deja de ser un alivio para esa masa grande de personas apocadas que le tienen miedo a la libertad, como escribía Erich Fromm hace unas cuantas décadas. Gentes que prefieren que sean otros los que tomen por ellos las decisiones trascendentales y les construyan desde afuera sus modos de vida, aunque sean viditas miserables, ahorrándoles la agonía de tener que escoger y luchar responsablemente por conquistar formas superiores y más confortables de existencia.
(continua)
Publicado em “Libertad Digital”
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