El libro El canalla: la verdadera historia del Che Guevara de Nicolás Márquez, que se presentó en Lima gracias a los institutos HACER y CLD, genera una pregunta que nos martilla, golpe a golpe, a cada instante que, sobrecogidos, leemos sobre los crímenes y fracasos del guerrillero en esta obra: ¿por qué arte de birlibirloque un asesino despiadado es un santo? ¿Qué mágica prestidigitación, qué hecho atávico puede transformar la cobardía en valor, la huida alevosa en acto heroico, la ejecución sin debido proceso en acto de justicia, y la destrucción de una economía en sana prosperidad?
Hay un solo arte que ha permitido la canonización de este criminal, ha pasado por aguas malvas sus tropelías, y ha lavado la sangre de sus ajusticiamientos: el de la mentira, misma que, creo, es en verdad el oficio más antiguo del mundo. Antes que mujeres y hombres nos entregáramos a desenfrenos descomunales, antes que Baco fuese nuestro guía, mentíamos para enfrentar el mundo y darle sentido. Por eso creamos dioses, gestas heroicas, historias en que fuerzas por mucho superiores a nosotros crearon el mundo. Luego, para humanizarnos, convertimos las mentiras en ficciones, como sugiere Mario Vargas Llosa. En otros casos, las prohijamos en ciertas ciencias e ideologías, mezclando mentiras con verdades para confundirnos, o para ocultar la mentira bajo el tibio manto de la verdad. Este es el caso del socialismo.
Bajo el falso adjetivo de ser “científico”, el socialismo hizo creer a millones de personas en el mundo que una sociedad igualitaria era posible. En nombre de esa mentira, anegó el siglo XX en sangre, guerra y desesperación, definió con sus actos la palabra “terrorismo”, encerró a miríadas de seres humanos en gulags, destruyó economías florecientes hasta retrocederlas a la edad de piedra y, cuando por fin se derrumbó, con el estrépito con que cayó el Muro de Berlín, convirtió ese fracaso en un éxito, sin el menor remordimiento, asegurando que era “del siglo XXI”, y que, ahora sí, “otro mundo es posible”.
Para que tal engaño pudiera ser creído, se requería de una sencilla pero calculada estrategia: ocultar la verdad. Este acto es constitutivo al socialismo: Marx omitió deliberadamente en El Capital las estadísticas que demostraban el mejoramiento de la calidad de vida en la Inglaterra del XIX. El libro La ceguera voluntaria del periodista francés Christian Jelen comprueba que los socialistas franceses de entreguerras crearon el mito del socialismo soviético para ocultar los abusos, corrupciones y crímenes del naciente despotismo de la URSS, denunciados por el corresponsal en Rusia del periódico izquierdista galo L’Humanité entre 1917 y 1919.
En ese contexto, El canalla revela que la santificación del Che es el más exitoso de los cometidos socialistas en América Latina por volver la mentira, verdad: porque solamente si disfrazamos la falacia de certeza puede entenderse que alguien como Ernesto Guevara sea un luchador por los pobres, a pesar de las expresiones racistas que espetó contra los mestizos, afro descendientes e indios latinoamericanos, entre ellas su esposa peruana Hilda Gadea, y que son fielmente retratados en el libro comentado. Únicamente si travestimos la hipocresía de veracidad se puede considerar un símbolo de justicia a quien ultimó a cientos de personas sin fórmula de juicio ni debido proceso, y envió a otras tantas a campos de concentración en Cuba violando todos sus derechos humanos. Tan solo una mente perversa puede considerar como paradigma de la paz a una persona que hizo de su vida una carrera dedicada a convertirse, según sus propias palabras, en una fría máquina de matar, a insuflar el odio entre sus semejantes, a crear uno, dos, cien, mil Vietnam, en nuestros países.
De este modo, El canalla nos brinda una desmitificadora mirada sobre este asesino convertido en camiseta. La aureola de redentor social que lo envuelve se confronta con una realidad que lo sitúa por debajo de lo humano, en los abismos del odio, violencia y desprecio por la vida que caracterizaron su existencia. Por eso es imprescindible que este libro sea leído, divulgado y enseñado. Porque si la mentira es la coartada del opresor, la verdad, como dice la Escritura, nos hará libres.
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