Lima, Perú—La gran cuestión, en América Latina, es si los obstáculos políticos que urge eliminar para completar la impactante transformación socioeconómica que actualmente tiene lugar seguirán existiendo. El próximo año podría ser decisivo.
Los cuatro lugares a los que habrá que prestar mucha atención en 2011 son Brasil, Perú, Argentina y Venezuela.
En enero, asumirá el mando la Presidenta brasileña Dilma Rousseff. ¿Será capaz de salir de la sombra de su predecesor, Lula da Silva, efectuando una mayor liberalización y refrenando la tendencia demagógica que la política exterior de su país ha exhibido en los últimos tiempos? De un tiempo a esta parte, Brasil ha venido haciendo carantoñas a algunos autócratas para marcar su territorio de cara a Estados Unidos. Eso tiene que cesar.
En el Perú, la primera vuelta de las elecciones presidenciales se llevará a cabo en abril. El ritmo galopante de su economía ha puesto al país en la senda del desarrollo. Si los votantes optan por revertir la trayectoria de la última década, propinarán un golpe importante a este progreso. En general, la mayoría de los candidatos apoya el modelo de economía abierta y competitiva, así como el Estado de Derecho, aunque la reforma del Estado corrupto e ineficiente, gran asignatura pendiente, brilla por su ausencia en las propuestas. Con una economía que crece 8 por ciento al año, los candidatos no quieren hacer muchas olas.
Perú enfrenta dos riesgos. Uno viene de la izquierda y tiene que ver con los nacionalistas/populistas, que han comenzado a distanciarse de Hugo Chávez pero aún desconfían de la globalización. El otro viene de los herederos de la dictadura de Alberto Fujimori, que pretenden regresar al poder; está allí parte del equipo que presidió uno de los periodos más sórdidos del siglo 20 en Perú. Hasta ahora, ninguna de estas opciones parece en condiciones de triunfar.
Argentina celebrará comicios presidenciales en octubre: una gran ocasión para poner fin a la era Kirchner. La presidenta Cristina Kirchner se ha beneficiado de la conmiseración que siguió a la muerte de su esposo, Néstor Kirchner, y del hecho de que el gobierno no haya destruido aún por completo la economía. En parte gracias a la demanda asiática y en parte debido a la revolución tecnológica lograda por los agricultores privados, la economía ha demostrado capacidad de resistencia contra las expropiaciones, los altos impuestos y el intervencionismo político.
Un bandazo político en la Argentina, país emblemático de América del Sur, sería una inyección tonificante para la modernización latinoamericana.
Venezuela es el otro lugar donde habrá que fijar la mirada. Tras su derrota en las elecciones legislativas, Chávez se ha dedicado a socavar por adelantado a la nueva Asamblea Nacional que se constituirá en enero con un bloque opositor considerable. Se ha autoconcedido facultades para gobernar por decreto, eviscerando las prerrogativas legislativas del parlamento entrante. Sin embargo, la importancia de la Asamblea para la oposición nunca estuvo en la expectativa de derrotar a Chávez haciendo leyes. De lo que se trata es de que la “resistencia” venezolana conquiste más y más espacios de cara a las elecciones presidenciales de 2012. Lo que acontezca en esos comicios dependerá de lo que ocurra en 2011: por ejemplo, de si la oposición es capaz de frustrar los esfuerzos de Chávez por intimidarla y dividirla, y elegir un candidato de unidad al final del próximo año.
Esta compleja dinámica política significa una oportunidad de hacer irreversible el proceso de modernización en América Latina. La tasa de crecimiento económico del continente ha sido 5 por ciento en promedio este año, muy por encima de Estados Unidos y Europa; su deuda asciende a apenas 25 por ciento del producto bruto interno de la región; sus bancos están bien capitalizados; el comercio entre los países vecinos alcanza volúmenes que no tienen precedentes y China, mercado nuevo y potente, importa en la actualidad más de 400 mil millones de dólares del área, cuarenta veces más que en 1990; por último, las empresas multinacionales latinoamericanas —las “multilatinas”— se están haciendo notar.
La expansión de la clase media es visible en casi todas partes. A diferencia de la década de 1970, cuando la clase media creció por la explosión de la burocracia estatal bajo el nacionalismo económico, hoy su dilatación está relacionada con el mercado: en gran medida, con nuevas empresas que prestan servicios a otras empresas más grandes.
Los cambios socioeconómicos requieren un apuntalamiento institucional mucho mayor y hacen falta más reformas si América Latina ha de superar la pobreza y alcanzar una masa crítica que cree en torno a su nuevo modelo un cordón sanitario contra las tentaciones autocráticas. En 2011, los cuatro países que hay observar de cerca —Brasil, Perú, Argentina y Venezuela— nos darán una pista sobre cuán cerca están los latinoamericanos de dar el salto definitivo.
Publicado en “El Instituto Independiente”
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