El anuncio hecho por Cuba al finalizar su muy esperado VI Congreso del Partido Comunista de que por primera vez en cinco décadas permitirá a los cubanos comprar viviendas y automóviles demuestra la sabiduría de un viejo chiste, según el cual el comunismo es el camino más largo entre el capitalismo y el capitalismo.
El Congreso del Partido Comunista finalizado esta semana aprobó un amplio conjunto de reformas económicas prolibre mercado. Los detalles aún no se han publicado al momento de escribirse estas líneas, pero algunos cubanos bien informados dicen que es probable que los nuevos lineamientos marquen el inicio de una apertura económica similar al proceso de reformas económicas que se inició en China en 1978, o en Vietnam en 1986.
Tras la conclusión del Congreso —en el que el gobernante cubano Raúl Castro, de 79 años, fue designado líder del Comité Central del Partido, y José Ramón Machado Ventura, de 80 años, fue designado vicepresidente—, les pregunté a varios economistas y expertos legales si el Congreso del Partido que acaba de terminar pasará a la historia como el inicio oficial de la apertura económica cubana.
Omar Everleny Pérez, subdirector del Centro de Estudios Cubanos de la Universidad de La Habana, me dijo en un e-mail enviado desde la isla que “estamos en presencia de una actualización del modelo económico cubano, tan profunda como las experiencias de China y Vietnam, con las diferencias existentes en cada modelo”.
Everleny Pérez dijo que la “transformación” económica de Cuba otorgará al sector noestatal, o privado, “un peso significativo que no había tenido anteriormente”. Citó que, entre otras cosas, Cuba eliminará más de 1 millón de empleos públicos —se ha manejado la cifra de hasta 1.5 millones— para reducir su “sobredimensionado” sector estatal, y que dará tierras a agricultores privados para aumentar la producción de alimentos y poder reducir las importaciones de comida.
Rolando Anillo, un abogado de la firma Fowler, Rodríguez Valdés-Fauli de Miami, que visita Cuba con frecuencia, coincide en que “por primera vez, hay una reforma económica más profunda” que incluye la propiedad privada de viviendas y autos.
Hasta ahora, los cubanos sólo podían permutar sus viviendas propiedad del estado, un mecanismo que ha dado lugar a un enorme mercado negro inmobiliario porque la gente que se quiere mudar a una casa más grande tiene que pagar dinero extra de manera clandestina a la persona que le cede la propiedad.
“Esto tendrá un enorme impacto”, dice Anillo. “Puede desencadenar un gran movimiento de capital, porque hay gente que tiene dinero, y que va a empezar a reparar y mejorar sus viviendas”.
Carmelo Mesa Lago, un economista de la Universidad de Pittsburgh que es uno de los más respetados analistas de la economía cubana, se muestra más escéptico. Si no hay sorpresas cuando se publiquen las resoluciones del Congreso, el cambio no es comparable con las aperturas económicas de China o Vietnam hace algunas décadas, dijo.
En China y Vietnam, la apertura empezó con amplias reformas agrícolas que concedieron a los agricultores amplios derechos sobre sus tierras. En Cuba, los agricultores sólo tendrán derechos de usufructo de la tierra, que estarán limitados a 10 años y sometidos a severas restricciones, explicó.
Mesa Lago me dijo que las reformas más importantes para salir de la crisis económica cubana serían —en este orden— dar a los agricultores privados mayores derechos de propiedad, implementar el anunciado despido de 1.5 millones de trabajadores estatales y darles empleos en el sector privado, e implementar las nuevas leyes que permiten la propiedad privada de casas y automóviles. “Las reformas son demasiado tímidas, y tienen demasiadas restricciones”, dijo.
Mi opinión: A diferencia de las reformas económicas anteriores en Cuba, que el régimen solía revertir apenas conseguía nuevos subsidios de la ex Unión soviética o de Venezuela, ésta puede pasar a la historia como la primera que inició un giro oficial hacia una economía de mercado, por el simple motivo que los octogenarios dirigentes comunistas de hoy difícilmente estén en sus puestos para convocar un nuevo Congreso del Partido dentro de 14 años.
Pero las nuevas reformas no serán implementadas por los octogenarios dinosaurios políticos que gobiernan Cuba. Tal como lo expresó el propio dictador militar Raúl Castro en el Congreso del Partido: “es saludable aclarar, para evitar interpretaciones erróneas, que los acuerdos de los congresos y de otros órganos de dirección partidista no se convierten en leyes, sino que son orientaciones de carácter político y moral”.
Lo que la gerontocracia cubana ha hecho es ganar tiempo. No quieren arriesgase a un proceso de apertura que podría terminar poniéndolos tras las rejas, como le ocurrió a Hosni Mubarak en Egipto. Quieren morir en sus camas, tranquilamente, esperando que sus sucesores más tarde les den el crédito de haber iniciado la apertura económica de Cuba.
Publicado en “EL Nuevo Herald”
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