Me atrevería a afirmar que pocas iniciativas en la historia de la oposición en Cuba han resultado tan sugerentes, bien pensadas, y complejas de evadir por parte del gobierno de la Isla, como el nuevo proyecto que utilizando el nombre de Heredia un sector de la sociedad civil ha echado a rodar.
El Proyecto Heredia -titulado de esta forma en honor a nuestro lacerado y genial poeta José María Heredia, uno de los desterrados más famosos de la historia nacional- surge nuevamente con Oswaldo Payá Sardiñas a la cabeza, explotando por segunda vez, luego del hermoso y fracasado Proyecto Varela, el terreno más complejo y fructífero para la lucha pacífica: el de la ley.
Payá Sardiñas -un opositor al que por su austeridad a prueba de chantajes jamás han podido defenestrar como habrían deseado-, se ha convertido en un docto estudioso de la Constitución de la República, y como decimos en buen cubano: ha optado por cocinarlos en su salsa. Y lo ha hecho bien.
Esta vez, su titánica empresa lleva por nombre “Proyecto Heredia: Ley de Reencuentro Nacional”, y tiene por esencia promulgar una ley que garantice derechos que recoge nuestra Constitución, pero que en la práctica son violentados impunemente por quienes mandan. Sobre todo, uno en especial: el sacro derecho de los cubanos a entrar y salir con total libertad de su país.
Los siete puntos que se exponen al inicio de la propuesta, y que sirven para justificar la misma, son en muchos sentidos irrebatibles. Entre estos, me quedo con dos: 1. la prohibición patente en el artículo 42 de la Constitución de la República sobre discriminación por motivo de raza, color de la piel, sexo, origen nacional, creencias religiosas y cualquier otra lesiva a la dignidad humana; y 2. la resolución que en 1998 Cuba propuso, patrocinó, y firmó ante Naciones Unidas, bajo el título de “Respeto del derecho a la libertad universal de viajar e importancia de la reunificación de las familias”.
En lo adelante, esta iniciativa legislativa desarrolla exhaustivamente sus ideas, que pueden ser resumidas de forma superficial en cuatro aspectos fundamentales, al margen de la cantidad de artículos e incisos que esta presenta:
1. De la Ciudadanía: Todos los cubanos, vivan donde vivan, y sus hijos naturales, debe tener derecho a optar por su ciudadanía y a disfrutar de los derechos que la misma implica, sin que esta pueda ser negada por intereses políticos del gobierno de su país.
Cuestión elemental: a diferencia del resto de los ciudadanos del mundo que emigran hacia otro país, somos los cubanos los únicos que sufrimos la pérdida total de nuestros bienes y derechos una vez que decidimos residir en otra parte del mundo. Somos los únicos que debemos pasar por el humillante proceso de rendirle cuentas al Estado por las propiedades que poseemos, y en la mayoría de los casos, perderlas todas tras asumir la categoría de “Salida Definitiva”, término este que explícitamente enfrenta el Proyecto Heredia calificándolo de excluyente y ominoso.
2. De la Igualdad: Todos los cubanos, residan en Cuba o en el extranjero, gozan de todos los derechos ciudadanos consagrados en la Constitución, por lo cual cesan las prácticas discriminatorias por su condición de discrepantes políticos, o de emigrados.
Dentro de estas prácticas discriminatorias, la iniciativa legislativa no ha olvidado la fundamental cuestión de igualar a cubanos y extranjeros en cuanto a acceso a internet, televisión por cable, y comodidades similares.
3. De la Movilidad: Todos los cubanos pueden circular libremente por su país y tienen el derecho de viajar al extranjero. Cesa la necesidad de presentar una Carta de Invitación para visitar otra nación, y para ello sólo será necesario presentar el Pasaporte actualizado. Además, se elimina el Permiso de Salida, la Carta de Liberación que exigen las autoridades de Inmigración con respecto a los centros laborales, y cesa la necesidad de que los cubanos residentes en el exterior necesiten una Visa para entrar a su propio país.
Siendo este el capítulo esencial de la Ley, no es de extrañar que abarque una gama increíblemente rica de violaciones y prácticas que sufre hoy el cubano con el tema de la emigración y las visitas internacionales: desde la necesidad de cobrar los engorrosos trámites en pesos cubanos, la moneda en que se paga en la Isla, hasta el hábito de castigar a determinados profesionales que solicitan su salida del país (médicos mayormente) enviándoles a laborar en los sitios más intrincados y duros de la geografía nacional.
4. De la Propiedad: Todos los cubanos tendrán el legítimo derecho de continuar habitando su casa sin que nadie pueda despojarlo de su propiedad.
Y aquí la “Ley de Reencuentro Nacional” se juega una de las cartas más serias, astutas y a mi entender osadas de toda la propuesta: dejar por sentado que, en caso de aprobarse, los cubanos residentes en el exterior no tendrán derecho de reclamar las propiedades que les fueron expropiadas antes de la entrada en vigor de la Ley.
¿Por qué es fundamental, vital, este acápite para lograr el apoyo masivo en Cuba? Muy simple: porque los primeros que se opondrían a firmar un pacto que permitiera a los exiliados regresar a su tierra, serían los cientos de miles de cubanos que habitan hoy en casas que antes pertenecieron a otros dueños.
No sólo domicilios: la Ley de Reencuentro Nacional contempla la imposibilidad de reclamar la devolución de aquellas propiedades que sean hoy, en Cuba, escuelas, centros infantiles, hospitales, y un inmenso etcétera de posibilidades.
La importancia de este aspecto es raigal: uno de los temores que intencionadamente el Gobierno de la Isla ha sembrado entre los nacionales, con respecto al posible regreso de los exiliados, pasa por un tamiz doméstico: “Si regresan los que se fueron, lo primero que harán será quitarte la casa donde has vivido 30 años porque en los ´60, era propiedad de ellos”. Brillante manipulación para cortar el ímpetu de justicia popular.
De esta forma, el Proyecto Heredia inaugura el año tocando de puerta en puerta, circulando de mano en mano, con sigilo y temor, a la espera de otras 10 mil firmas que posibiliten presentarlo a la Asamblea Nacional como una iniciativa popular que están en la obligación de atender.
Sin ingenuidades de ninguna clase: que este Parlamento bovino, unánime hasta lo insólito, deseche el proyecto con la misma actitud vergonzosa con que desestimó el anterior Proyecto Varela, es cosa de esperar. De hecho, esta misma Ley de Reencuentro Nacional fue presentada en 2007 por dos ciudadanos ante la Asamblea Nacional, y aún esperan respuesta de sus parlamentarios.
Sin embargo, creo que el contexto en que esta iniciativa surge, la propagación de la tecnología por la sociedad cubana, y el creciente descontento popular que sin dudas comenzará a gestarse a partir de que medio millón de personas pierdan sus vínculos laborales, serán esta vez los principales aliados de un proyecto en el cual, confieso, tengo una fe limitada, pero fe al fin.
Según las sabias palabras de un jurista y amigo –que precisamente por ser amigo debo proteger con el anonimato-, este proyecto de Ley tiene una factura impecable, y comenzaría a resolver una de las cuentas pendientes del sistema legal cubano: implementar una Ley Ciudadana que hasta hoy no existe.
Sólo cabe aguardar, y aguzar la percepción: el Proyecto Heredia, con las decenas de miles de firmas que casi podría apostar que recaudará, será el medidor perfecto para comprobar cuánto de cierto y cuánto de truco ilusionista hay en las palabras oficiales cuando hablan hoy de reencauzar los destinos de la nación.
Publicado em “El pequeño hermano“
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