El anunciado alejamiento de su cargo del jefe de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado Arturo Valenzuela en los próximos meses será una excelente oportunidad para que Estados Unidos re-examine sus políticas hacia America Latina, y revitalice sus lazos con la región.
El momento para hacer cambios no podría ser mejor: El sucesor de Valenzuela deberá dedicarse ya mismo a planear la VI Cumbre de las Américas que se realizará en Colombia en abril del 2012, en la que el presidente Barack Obama se reunirá con la mayoría de los líderes de la región. Asimismo, en los próximos meses Obama tendrá que empezar a bosquejar su plataforma de política exterior para la campaña electoral del 2012.
Según me dicen fuentes parlamentarias y diplomáticas, entre los diplomáticos a los que probablemente se les ofrezca el cargo de Valenzuela se cuentan William Brownfield, Christy Kenney, Roberta Jacobson y Michael McKinley.
Pero independientemente de quien sea nombrado, Washington tendría que hacer un balance sincero sobre su perdida de influencia en Latinoamérica y el Caribe, y hacer algo para ganar espacios en la región.
Aunque las encuestas muestran que Obama es bastante popular en casi todos los países latinoamericanos, Estados Unidos está perdiendo terreno en la región, tanto en el ámbito económico como en el político. Las cifras hablan por si solas.
La participación de las exportaciones de Estados Unidos en las importaciones totales de America Latina ha caído del 55 por ciento al 32 por ciento en la última década, según un nuevo informe de la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe de las Naciones Unidas, CEPAL. Mientras tanto, las exportaciones de China han venido ganando cada vez más cuota de mercado en America Latina, dice el estudio.
Asimismo, la participación de las inversiones extranjeras estadounidenses en Latinoamérica ha caído del 25 por ciento al 17 por ciento del total de las inversiones extranjeras en los últimos cinco años, según la CEPAL.
Y en el ámbito diplomático, la Organización de Estados Americanos (OEA) y otras instituciones hemisféricas con presencia de Estados Unidos están enfrentando una creciente competencia de nuevas instituciones que excluyen a Estados Unidos, tales como la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR).
No seria justo culpar a Obama por estos retrocesos de Estados Unidos. Obama heredó la peor recesión estadounidense desde la década de 1930, y ha estado ocupado apagando los incendios políticos de Irak, Afganistán, Libia y Africa del Norte.
Su propuesta de crear una “asociación de iguales” con los países de la región ha contribuido a mejorar la imagen de Estados Unidos. Y su estrategia de ignorar las diarias provocaciones verbales del presidente venezolano Hugo Chávez está dando resultados, al negarle a Chávez una excusa para presentarse como una víctima de supuestas agresiones de Washington.
Cuando entrevisté a Obama en marzo, tras su viaje a Brasil, Chile y El Salvador, lo noté mucho más familiarizado — e interesado — con los temas latinoamericanos de lo que me esperaba.
No obstante, Obama todavía no ha producido ningún plan de cooperación regional para mejorar las relaciones de Washington con Latinoamérica.
“Existe la percepción de que falta una visión estratégica de Estados Unidos hacia la región”, dice el reciente informe de la CEPAL. “La Alianza por el Progreso, la Iniciativa para las Américas y el Area de Libre Comercio de las Américas fueron todas iniciativas ambiciosas estadounidenses de cooperación regional. Hoy no existe ningún equivalente de esas iniciativas”.
Mi opinión: Si Estados Unidos quiere dejar de perder terreno en la región, debería pensar en grande. ¿Qué debería hacer? Debería hacer lo mismo que hacen las empresas cuando pierden cuota de mercado: presentan nuevos productos.
Por ejemplo, Washington podría aumentar su cooperación en áreas donde todavía tiene un liderazgo mundial, como en la investigación científica y tecnológica, y en la labor académica de sus universidades.
Actualmente, sólo el 3 por ciento de todas las inversiones mundiales en investigación y desarrollo se producen en Latinoamérica. Y no hay ninguna universidad latinoamericana entre las mejores 100 universidades del mundo, según los tres rankings globales más conocidos de educación terciaria. Los tres están encabezados por universidades estadounidenses.
¿Por qué no ampliar significativamente el plan de Obama de aumentar a 100,000 el número de estudiantes estadounidenses que vayan a universidades latinoamericanas, y viceversa, para fines de esta década? ¿Por qué no iniciar un programa académico de clases de inglés gratuitas por Internet para millones de latinoamericanos? ¿Por qué no dar incentivos económicos a las multinacionales de Estados Unidos para que establezcan centros de investigación y desarrollo en Latinoamérica?
El cambio de guardia en la jefatura de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado podría ser la mejor oportunidad de Obama para iniciar su campana política del 2012 con un plan cooperación regional de gran alcance con America Latina. Ojala no la deje pasar.
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